miércoles, 29 de agosto de 2007

¿¿¿Qué pasó Pecoso???


De antemano pido disculpas a las mujeres que por casualidad aparecen en esta foto, pues en ningún momento es mi intención publicar los lugares que uds frecuentan. Simplemente es obra del destino que uds estuvieran al lado del famoso técnico de fútbol Fernando "Pecoso" Castro.
Esta foto me la encontré en Bestiario del Balón y me pareció digna de mostrar. Es que no es muy seguido que uno encuentra a un tipo tan recio y regañador como el "Pecoso" castro en un lugar como "Sex N´Cream"...

Se te fueron las luces "Pecoso"

martes, 21 de agosto de 2007

Que mamera esta vaina

Llevo ya varios días viniendo a este trabajo y cada día me siento más cansado. Hoy, por ejemplo me cuesta mucho mantener los ojos abiertos (y no, no es que haya dormido mal, simplemente es que estar frente a un computador, sentado como un robot no me estimula ni a mi ni a nadie).

No se imaginan lo que daría por estar relacionado al deporte más lindo del mundo todos los días. La única opción no es jugarlo, aunque si el lo más rico. También escribir acerca del tema o, malo malo, trabajar en periodismo deportivo, lo cual me mantendría más entretenido que lo que hago acá en esta ofc.

Bueno paila, lo bueno es que me acordé de este medio para despertarme. Me imagino que lo seguiré haciendo, asi que cheeeeee...

martes, 22 de mayo de 2007

Cantandole al fútbol

La música es una de las mejores maneras que hay para describir la magia y la belleza del fútbol. Acá, un poco de lo que se puede encontrar en el mundo de las negras, blancas y corcheas.
Juan Sebastián Quintero

-TODAVÍA NO ENTIENDO POR QUE, PERO APARENTEMENTE ES MÁS FÁCIL OIRLO SI SE GUARDA EN EL PC QUE SI SÓLAMENTE SE ABRE-

domingo, 13 de mayo de 2007

¿Así o más ciego?


Varios medios de comunicación y periodistas se han pronunciado frente al error del juez Jorge Hernán Hoyos. Por un lado hay quienes dicen que debió utilizar el video para apoyarse, lo cual no me parece (Si el reglamento de la FIFA prohibe el uso del video para tomar desiciones, fue correcto el apoyo en los jueces de linea).


El juez no está bien posicionado, pues el balón viene del campo de Santa Fe. La mala posiciòn obliga a Jorge Hernán Hoyos a apoyarse en el linea de oriental, quien le dice que fue penal.

Mal el juez por pitar penal, muy mal el linea por aconsejar de esa manera al juez y peor el Bucaramanga por perder de esa manera en Cali y andar pidiendo ahora que se repita el partido de Ibaguè.


Juan Sebastián Q.

viernes, 11 de mayo de 2007

Visitando una barra brava








Son las tres de la tarde del domingo. Me preparo para ir a fútbol, pero esta vez es diferente. Ni radio, ni billetera, ni celular, llenan mis bolsillos. Tan solo veinte mil pesos y no más. Me dirijo por primera vez a una barra brava. Se dice que allí la gente se conoce, y te presionan cuando eres nuevo, por esto no quería llevar mucho conmigo. Más raro aún me siento al ver que voy a fútbol y dejo en el closet la camiseta de mi equipo y me pongo una roja para alentar al Independiente Santa Fe.

Toda mi vida he sido amante del fútbol y siempre he ido al estadio para ver los partidos desde la tribuna de occidental, o en su defecto oriental. Y allí, desde occidental, donde la gente se sienta a ver fútbol y a nada más, mi mirada se perdía en la parte sur del estadio, donde los “barra brava” cantaban y alentaban. Juegos pirotécnicos, papel picado, humo de extintores y cánticos de aliento cobijaban la bella tribuna que en su ambiente no era nada parecido al lugar que frecuentaba.

Las tribunas laterales son toda una fiesta a la que toda mi vida había querido ir, pero nunca me había atrevido. “Que son peligrosas… que no aceptan a nadie nuevo… que si no cantas te cagan a golpes”, en fin, tantas cosas que me alejaban de esa fiesta que toda mi vida había visto desde la tribuna de occidental.

Por ese miedo había llamado a un amigo desde la noche anterior, para que me acompañara a ver Santa Fe – Millonarios, un partido bastante complicado por lo que significa y por lo que los equipos se jugaban. Desde sur, donde La Guardia, la barra de Santa Fe, se ubica para apoyar al equipo cardenal, iba a presenciar el clásico capitalino.

Salgo de mi casa junto con mi amigo y bajo por toda la calle 57 para llegar al Campín. A pocas cuadras oigo los cánticos que siempre he escuchado cuando voy al estadio, pero esta vez, esos cánticos que tanto me gustan, me asustan, pues sé que voy a estar allí con ellos, y quien sabe si seré o no bien recibido.

Después de haber caminado con el corazón en la mano llego al estadio. Hago la fila para comprar la boleta de sur, lo cual resulta muy diferente a la fila de occidental a la que estoy acostumbrado. Me doy cuenta de que no hay boletas ya en las taquillas por lo que me toca recurrir a un revendedor de la zona.

Con la boleta en la mano derecha y el corazón en la izquierda, hago la fila para entrar al mismísimo infierno, por lo menos para mí. Mientras tanto, el resto de hinchas hacen la fila y van aplaudiendo y cantando. La gente entra individualmente y en la tribuna se forma la gran barra.

En la fila empiezo a ver caras y me tranquilizo un poco. Me encuentro con mujeres, y niños que no sobrepasan los 10 años. Ya adentro me requisa un policía. A mi lado hay un niño al que le obligan a quitarse los zapatos en busca de drogas. Mientras me requisan desde la cabeza hasta la planta de los pies, oigo el estruendo de la tribuna que baja por las escaleras: “daaaale, daaaale, dale Santa Feeeeee”. Mi adrenalina aumenta; el miedo y la emoción se toman mi cuerpo. Ahí está, a pocos pasos, lo que siempre había querido, entrar en una barra y sentir el ambiente de fieles hinchas.

Subo las escaleras con mi amigo quien seguramente está mucho más tranquilo que yo. Entro y giro el cuerpo para ver la afición. Los nervios desaparecen. Que vista, que fiesta, es el paraíso para mí. El ruido entra y me contagia el cuerpo. Se oyen aplausos al mismo ritmo, un bombo y un redoblante que se pierden en la gente pero que llevan el compás de la barra, y el ensordecedor “daaaale, daaaale, dale Santa Feeeeee”. Pero mis nervios, a pesar de la emoción, aparecen de nuevo. Inmediatamente miro a ver si hay reacción de los hinchas que están a mi lado, en ese momento pienso que todos me están mirando. ¡Que va!, a quien le va a importar quien entra a cada momento o como viene vestido, o que trae consigo, sabiendo que al frente está la cancha y el túnel por el cual está a punto de salir el equipo de sus amores. Ya entiendo, me siento ridículo después de haberme montado en tamaña película para encontrar una gente de actitud indiferente ante uno. ¿Quien soy?, pues uno más, uno más entre las cinco mil almas que colman la tribuna.

Miro a mi amigo y yo nos reímos al tiempo, burlándonos de lo tonto que fui. De inmediato empiezo a observar el entorno. Encuentro mujeres, niños, jóvenes, señores de edad pero ninguno de ellos me mira. Veo un señor con su radio pegado al oído y, arrepentido por no traerlo, me acuerdo del mío que está guardado en el nochero de mi pieza. De nuevo me siento ridículo, y cómo no he de sentirlo si llevo muchos años yendo a fútbol y me veo como un principiante.

Después de detallar la gente, me encuentro con las inmensas pancartas que veo normalmente de Occidental y que me encantan por lo que dicen: Mi primer amor; Si jugaras en el cielo, moriría por verte; La Guardia Albi Roja Sur; Santafereño de Corazón; etc… Todas ellas escritas en metros de tela roja y blanca que cuelgan de las barandas y del techo del sector sur. También hay dos banderas largas y delgadas que atraviesan la tribuna de arriba a bajo y de las cuales se prenden varios hinchas.

En esas, desprevenido y fascinado mirando todo, el piso empieza a temblar y el grito de aliento se torna aún más ensordecedor. Me volteo y veo que por el túnel están saliendo los ídolos de la tarde. Salen todos a trote pintando de rojo la cancha con sus uniformes, al tiempo que la tribuna enloquece y la fiesta se vuelve espectáculo. Empieza la lluvia de papel picado, el humo de colores que expulsan los extintores, los rollos de caja registradora que se desenvuelven en el aire tratando de alcanzar la grama del rectángulo verde, y el “daaaale, daaaale, dale Santa Feeee” me contagia de emoción por su volumen. Por último, aparece un inmenso trapo que cubre a todos los hinchas rojos, que espectáculo.


El miedo ya no está. Lo que se hace presente ahora es la emoción por la fiesta. La gente brinca y canta mientras yo me encanto. De pronto un joven a mi lado me empuja con el codo. Lo miro y entiendo, entonces empiezo a aplaudir y a cantar la sencilla melodía que he escuchado desde que hacía la fila para ingresar al estadio. Después de dos minutos me canso y paro, aunque me temo que el joven del codazo me va a insistir. Pero ni me mira y me deja tranquilo, entonces pienso que el codazo fue sin culpa y sin querer hacerme entender nada. Me doy cuenta que sigo sugestionado y me vuelvo a sentir ridículo. Para mí ya todo es claro, uno hace lo que le da la gana y punto, pues veo que muchos otros están callados y con los brazos cruzados sin que nadie les pida alentar. E incluso, hay algunos cuantos sentados sin decir una sola palabra de aliento al equipo.

Después del himno de Colombia y el de Bogotá los jugadores de ambos bandos se acomodan en el terreno. Ahora el canto de La Guardia cambia “…te llevamos en el corazón, Santa Fe te quiero ver campión…”. El balón empieza a rodar y la gente sigue cantando.

Ya, un poco más calmado, me percato del fuerte olor a marihuana que hay en el ambiente. Me doy cuenta de que muchos de los hinchas no ven el partido; con la cancha a sus espaldas alientan incansablemente a Santa Fe. Entre ellos hay un joven que está colgado de la larga y delgada bandera que atraviesa la tribuna. El muchacho no ve el partido, se limita a cantar y su mirada se dirige a la afición olvidándose del terreno de juego. El joven está sin camisa, con un Blue Jean y usa gafas oscuras. Es flaco y de pelo corto. Está tan ensimismado gracias a la droga y a su amor por el equipo que lo que acontece en el campo de juego no llama su atención

El olor a droga empieza a apoderarse del lugar, pero qué le voy a hacer si ya estoy metido en la barra. A ratos canto, y ya no lo hago de miedo sino porque la pasión de los hinchas en contagiosa.
Con el pasar de los minutos, ya en el segundo tiempo me doy cuenta de que esta es la barra a la que las personas deberían asistir. No hay un sentimiento igual al de alentar por 90 minutos a su equipo. Y si, en occidental la gente canta y se para ocasionalmente, pero créanme, no es lo mismo. Millonarios venció 2-1 a Santa Fe, por lo que La Guardia sale callada. Las caras contrastan con las que se podían ver antes de que comenzara el juego. La incertidumbre se respira en el ambiente, pues la pérdida deja al equipo rojo de Bogotá con escasas opciones de clasificar a las semifinales. Lo único seguro al terminar este juego es que los verdaderos hinchas de Santa Fe volverán a llegar la tribuna sur del estadio cuando su equipo juegue en el Campín.

Juan Sebastián Q.